Dice la creencia popular que el nepalés Siddartha Gautama creía que: “La lengua es como un cuchillo afilado, mata sin extraer sangre”. En el caso de nuestro nuevo benemérito americano, Andrés Manuel López Obrador, a Buda se le pasó agregar que la lengua también es gotero con cianuro para las venas propias.
Estoy convencido de que el actual presidente de nuestro territorio mexicano es uno de los peores personajes que se han sentado en la silla preferencial del Palacio Nacional chilango. Así como Enrique Krauze, en su ensayo de 2006 El mesías tropical, en 2018 me parecía que López tenía madera de líder y que aún podía representar, a sus 64 años de edad, a la izquierda transformadora.
Evidentemente el ídolo tabasqueño se me cayó del altar personal cuando comenzó a negar las cifras oficiales con “otros datos”, resguardados Dios sabe en qué bodega o tugurio de alguna de sus secretarías. Así nos encontramos con que López ha asegurado, en más de una mañanera, que se ha avanzado “aún con el problema que heredamos”, con referencia a la seguridad en el país.
Más de 40 meses han transcurrido de su mandato y los homicidios no hicieron otra cosa que aumentar: antes de su administración había 70 muertos al día involucrados en carpetas de asesinato, ahora, hay 94 muertes violentas cada hora, hecho que enfila a la Cuarta Transformación hacia el campeonato por el sexenio más violento de la historia moderna de México (120 mil muertos y contando).
Pareciera que su estrategia de “abrazos, no balazos” solo funciona mientras en marzo de 2020 abrazaba enérgicamente a María Consuelo Loera, madre del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”. Ahí la hipocresía, de un presidente que realiza estos gestos por demás cuestionables y que diariamente ofrece un espectáculo deleznable.
Y hablando del pancracio rutinario, habrá que recalcar la presencia fantasmagórica de más de 86 mil declaraciones “falsas, engañosas o que no se pueden comprobar” ad intra de sus discursos demagogos (según datos de El Financiero y Luis Estrada a través de La Silla Roja).
De acuerdo con Estrada, el regente expulsa un promedio de 94 falacias por conferencia matutina de prensa (con una duración individual que oscila entre los 100 y 112 minutos). Es así que nuestro querido Andrés miente dos de cada tres veces según datos del mismo Estrada, una situación preocupante para la cabeza del poder ejecutivo de un país con 77 feminicidios en su haber (solo contando los días de Andrés en la silla), la mayoría de ellos impunes, opacos y lejanos a Palacio Nacional.
Descalifica al periodismo que lo cuestiona y enaltece al brillante abanderado del nuevo periodismo Carlos Pozos, mejor conocido como Lord Molécula en los bajos mundos de Twitter, cada vez que este le ofrece una muestra de su pleitesía irrevocable. Esto no sería grave si sus descalificaciones y enfrentamientos no estuvieran enmarcados entre los asesinatos de 36 comunicadores en lo que va de su sexenio.
Mientras Rodolfo Montes, periodista independiente, lloraba impotente en busca de alguna luz que lo alejara de los ataques frenéticos en su contra por parte del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), su majestad le prometía ayuda y le recalcaba que no se encontraba solo en esa batalla en contra de la delincuencia y la violación categórica a las libertades de prensa y expresión, cosa que parece irónica ante su política de austeridad que desapareció, entre otros 108, al Fideicomiso para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
Grupo Firme dio el palomazo que rompió récords en el Zócalo, mientras los creadores independientes se truenan los nudillos desde aquel recorte del 3.9% al presupuesto cultural en 2019, que se convirtió en un mísero porcentaje equivalente al 0.21% del presupuesto federal, aunado a los ataques constantes hacia los que se “cuelgan” del gasto público a través de iniciativas como el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).
Durante el sexenio de Felipe Calderón, Andrés levantó la voz salida de su ronco pecho para denunciar la participación exacerbada del ejército en las tareas de seguridad. Ahora, incentiva a las fuerzas armadas a permanecer más tiempo fuera de los cuarteles; Andrés se arrepintió.
Prometió atender a las familias de los 69,182 desaparecidos, vaya eventualidad, ahora tiene entre las manos un problema gravísimo con un incremento del 33% en las desapariciones (35 mil 208 personas). No hay olvido porque tampoco hay justicia, mucho menos cumplimiento de las cosas que hacían a López un luchador social. Ya olvidó los tiempos universitarios (que se extendieron durante 14 años, con su comienzo en 1973 en la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México, con 14 materias reprobadas y un promedio general de 7.8).
También se le olvidó el combate a la corrupción; Manuel Bartlett, su director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) omitió algunos datos importantes de su declaración fiscal en 2019 (equivalentes a la miserable cantidad de 42 millones de pesos), Zoé Robledo dio una nada de contratos a empresas de su carnalito, carnalazo, Gabino Robledo, pasándose por el arco del triunfo los sorteos públicos y democráticos.
Los videoescándalos de su hermano Pío López Obrador, una inflación acumulada (2022) del 5.5%, con una tasa de variación anual en agosto equivalente al 8.7%, consultas populares ambiguas, informes de gobierno tan inestables como su gabinete, que cambia de personajes cada que termina una temporada de este bonito teatro público, promesas rotas, cambios en la ideología medular de su lucha.
López se convirtió en lo que juró destruir: un politiquete, un burócrata de la peor calaña, un temido y maloliente dinosaurio del poder, un presidente mexicano de quinta. Datos, hechos. Eso es lo que les presento hoy, queridos lectores, para tratar de desenmarañar al faraón detrás de un tren ecocida, de un aeropuerto con más problemas que su corazón con angina incluída y de una refinería inservible ante la evolución de un mundo en vías de modernización energética.
Más allá de las descalificaciones en redes sociales, de los memes, la burla intensa, esto es el sexenio de López: un padre que nos da caramelos rancios pero diariamente nos promete el triciclo que aguarda, polvoriento, en una vitrina, al parecer, inalcanzable para nuestros bracitos infantes.
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